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viernes, 15 de mayo de 2015

La tienda de juguetes

Los pasadizos de la mente me trasladan al pasado nostálgico.  Aquellos momentos que han quedado pincelados de atractivos colores, brillantes y resplandecientes, de la niñez.

Recuerdo con especial añoranza, aquellas frías tardes en las que la oscuridad ya envolvía las calles y el olor hogareño a las chimeneas recién  encendidas inundaba todo el pueblo. Al cruzar por la plaza, camino a casa de mis abuelos y de mi tía,  un escaparate poco mas grande que una ventana, llamaba poderosamente mi atención. Los pasos me llevaban hasta la tienda de juguetes,  la única entonces en el pueblo. Aquel pequeño recinto engrandecía la imaginación y hacia la delicia de los más pequeños. Me gustaría pensar,  que también de los mayores.

Ese diminuto espacio bastaba  para anticipar y anunciar que la Navidad ya se acercaba. Suficiente para recrear un año tras otro, la ilusión y el deseo del esperado día de Reyes.

Niños y niñas, ataviados con sus bufandas y gorritos, con  las mejillas enrojecidas y heladas por el frío, acudían presurosos y entusiasmados al escaparate. Con sus caras embelesadas y los ojos bien abiertos,  observaban detalladamente el mundo de fantasía que tras el cristal se ofrecía.

Entre plateadas y doradas guirnaldas de Navidad, muñecas de varios tamaños,  cochecitos para pasearlas, cocinitas y  juegos de café con sus cucharillas, cacerolitas, platitos y vasitos de colores, coches grandes y pequeños, camiones, tractores y paleras de plástico, caballos balancines, triciclos, pelotas, balones, parchís, juegos de construcción, de magia, los  juegos  reunidos, barajas de familias, puzzles y rompecabezas, dominós, juegos de ajedrez, estuches de veinticuatro colores, carteras para la escuela, mochilas, cuadernos de anillas,  cuentos... Mundos en miniatura, pendientes de descubrir por los más pequeños, que prometían juegos y diversión  llenos de mil historias y aventuras.

A mi lo que más me llamaba la atención era un juego de comedor en miniatura, compuesto por una pequeña mesita redonda con sus sillitas alrededor, era de un color rosa intenso decorado con pequeñas florecillas verdes.

Una vez que traspasabas la puerta de la tienda, una gran luminosidad lo inundaba todo. El paraíso de los pequeños, sin duda,  se encontraba allí. A la derecha,  tras el mostrador, multitud de juguetes se exhibían en estanterías pintadas en tonos pastel. A un lado todos los juguetes para niñas, al otro todos los juguetes para niños. Todo un  espectáculo de colores rosas en sus más diversas tonalidades a un lado y un variopinto de azules, verdes y  rojos al otro. Todas las paredes llenas de juguetes, desde el suelo hasta el techo.

Cual fue mi gran sorpresa cuando la mañana de Reyes encontré el juguete con el que tanto había soñado a los pies de la ventana de mi habitación, justo al lado de mis zapatos. Con razón los Reyes son magos, porque yo no había dicho a nadie cual era mi juguete preferido y ¡ahí estaba  el regalo que tanto había anhelado!

Esta fantástica tienda contribuyó a que cientos de deseos se cumplieran.  Nos ofreció un  universo de ensueño que aún hoy muchos recordamos con una sonrisa. Un cosquilleo de alegría aún se esboza  en el corazón, al mismo tiempo que pellizca suavemente el alma. Allí en el recuerdo, donde la imaginación juega con la memoria en una fantasía, que alguna vez, fue realidad...

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